Esta es la transcripción del discurso con el que Lorena Amkie presentó el taller de Escritura Autobiográfica en la Biblioteca Vasconcelos, agosto 2014.
¿POR QUÉ UN TALLER DE ESCRITURA
AUTOBIOGRÁFICA?
Hemos
estado hablando de vampiros y de literatura juvenil, y a mí me han preguntado
muchas veces el porqué de mi interés tanto en uno de los temas como en el otro:
¿por qué vampiros? ¿Por qué literatura juvenil? Por que no soy ni vampiro ni
adolescente. Mañana puede ser un libro infantil, una crónica de viaje o una
novela en que los personajes sean perros (¡ojalá algún día mis perros me hablen
y podamos escribirla en conjunto!)… por que la realidad es que, escriba lo que
escriba, siempre estoy escribiendo de mí. Hay una frase que lo resume muy bien,
de Mary McCarthy: “Lo que hago es tomar
ciruelas reales y ponerlas en un pastel imaginario”. O sea: el fondo es real, la
forma que le demos es lo que cambia. Con el tema del pastel a mí se me ocurre
que es la misma pasta de hojaldre y que lo que varía es la forma de las
galletas y cómo la amasamos. Uno siempre escribe a partir de uno mismo, ya sea
para una biografía, obviamente, como para la ficción. Incluso los escritores
que hablan de temas “reales”, noticiosos o periodísticos, no pueden evitar
partir de ellos, de sus puntos de vista y todo lo que los hace lo que son: su
país de origen, la estructura de su familia, su infancia y educación… hasta la
lengua materna lo cambia todo, pues el lenguaje le da forma al pensamiento.
La
frase “Escribe de lo que sabes” suele ser un consejo muy típico en el mundo
literario, la respuesta a la pregunta “¿De qué escribo?”. Para mí esa frase ha
ido cambiando de sentido a lo largo de los años.
Al
principio creí que significaba que yo sólo podía escribir acerca de lo que
había vivido… lo cual limitaba mis historias a un par de novios y una infancia
bastante feliz. Nada de seres sobrenaturales, grandes amores trágicos, épicas
batallas en tiempos medievales… Entonces me pareció que el consejo era una
porquería.
Luego
creí que tenía que escribir acerca de lo que conocía en sentido muy literal:
personas que conocía, lugares que conocía… Y lo mismo, mi imaginación rebasaba
las opciones.
Por
último creí que “saber” tenía que ver con que tenía que tener conocimiento de
lo que iba a pasar con mi historia para escribirla: también descubrí que no es
así, y que la historia tiene una manera mágica y misteriosa de ir revelándose.
No tienes que saber nada más que que hay una pregunta, y una emoción. La
pregunta: ¿quién es el personaje? ¿qué quiere? ¿a dónde va? ¿qué hará? La
emoción… pues eso es justamente lo que hay que tener a la mano para poder
transmitírselas al lector. Tienes que poder abrir tus cajones de emociones y
experiencias y usarlos como ingredientes para los pasteles de los que
hablábamos. Por eso siempre digo que hay que leer, viajar, amar, tropezarse,
probar lo que haya por probar: todo eso son especias, latas de elementos que
están en los anaqueles y con los que se pueden hacer platillos más ricos, más
diversos e interesantes, más gourmet, por decirlo de algún modo.
Así
que, para contar una historia, cualquier historia, tienes que usar tu vida y
tus emociones. La palabra clave es EVOCAR. La otra vez un lector de mi columna
me decía que sentía pena por mí, porque tuviera que vivir tan deprimida para
poder escribir las cosas que escribía. “No vivo deprimida”, le expliqué, pero
cuando necesito transmitir esa emoción, abro los cajones de los recuerdos y
busco lo que necesito para prestárselo a mis personajes, a mis palabras, de la
misma manera que los actores (me imagino) piensan en algo triste que les ha
pasado para llorar en escena acerca de una cosa totalmente diferente. Toman
prestada la emoción, las cerezas verdaderas, y las ponen en un pastel
imaginario. Para poder hacer eso, encontrar las cerezas en los anaqueles, o el
cardamomo o la canela o lo que sea, hay que conocerse. Hay que ordenar las
repisas, organizarlas, saber qué contiene cada toper.
Así
que: ¿por qué un taller de escritura autobiográfica? Por que es el principio
perfecto para cualquiera que desee escribir acerca de lo que sea. Es un taller
que pretende plantear preguntas que ayuden al participante a determinar qué
experiencias lo han marcado, cuáles son las emociones más presentes en su vida,
qué tipo de personajes le atraen y porqué y qué tipo de historias son las que
puede (o debe) escribir. Lo veo como un kit de herramientas, o más bien una
herramienta más de autoconocimiento que permite que cada quien parta de lo
particular a lo universal, que comprenda que su manera de ver el mundo y sus
experiencias personales son únicas y la base perfecta para la historia que
quiera o que le toque contar.
Cada
participante decidirá para qué usar el taller: si para analizar y contar su
propia historia, convertir aspectos de ella en ficción, o tomar momentos y
emociones clave y convertirlos en el esqueleto de un proyecto más largo y
ambicioso. Para poder meterse en la piel de un personaje el escritor tiene que
enfrentarse primero a sus propios demonios, tiene que ponerse un espejo
enfrente y conocer cada pliegue, cada defecto, cada peca de su alma. Al
observarnos y analizarnos aprendemos a hacer lo mismo para los demás, reales o
imaginarios. Al escribirnos podemos aventurarnos a la aventura de la ficción:
escribirnos en otras voces y vivir cientos de vidas paralelas.
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